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Crecen en casi todo el mundo, sobre todo en países en desarrollo, pero aún no basta para contener el calentamiento, España tiene un déficit de balanza comercial en energía de unos 42.000 millones de euros cada año
Hace menos de cinco años que el país se situó, en un abrir y cerrar de ojos, al frente de todos los rankings globales de energías limpias. El entonces presidente Rodríguez Zapatero anunció en 2010 el objetivo de conseguir «un millón de empleos verdes».
A día de hoy, el ministro Soria, tras la anunciada reforma del sistema eléctrico y la rebaja retroactiva de primas a los productores de energía renovable, espera con aplomo un aluvión de demandas por parte de inversores nacionales y extranjeros.
Anteayer éramos «El Dorado» de las energías renovables y hoy estamos en una trampa energética sin salida aparente, ¿pero cuál es la situación real a nivel mundial? ¿Esconde este retroceso nacional un avance global de fuentes de energía menos contaminantes en los últimos años?
De acuerdo con el REN21, un informe sobre el estado de las energías renovables a nivel mundial que lleva haciéndose anualmente desde 2005, así es. Hace 9 años, al margen de los países más industrializados, solo un puñado tenían políticas sobre energías renovables. Este año, el número de países en desarrollo se ha multiplicado por seis, de 15 a 95. En total, 144 países tienen ya medidas para favorecer la implantación de energías verdes.
Además del paso atrás de España, en estos años ha habido otro cambio sustancial: el creciente liderazgo chino en energía renovable instalada. Por primera vez además, los kilovatios renovables instalados en China en 2013 sobrepasaron a los instalados de combustibles fósiles y energía nuclear. Junto al país asiático, entre los principales impulsores siguen estando Estados Unidos, Brasil, Canadá y Alemania.
«Las percepciones globales sobre energía renovable han cambiado considerablemente», dijo Arthouros Zervos, presidente del REN21, para explicar los resultados del informe. «Durante los últimos 10 años, los continuos avances tecnológicos y el rápido despliegue de muchas tecnologías han demostrado que la cuestión ya no es si las energías renovables tienen un papel que desempeñar en la prestación de servicios de energía», dijo Zervos, «sino más bien la forma en que pueden crecer a un ritmo mayor que el actual para lograr un futuro con 100% renovables y acceso a la energía para todos».
En el fondo del asunto, y junto al dinero, está el cambio climático. El calentamiento acelera el reloj de las energías renovables, el dinero lo retrasa.
«Tanto para el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) como para otras organizaciones, por ejemplo la Agencia Internacional de la Energía, sería deseable llegar a un incremento de temperatura que no supere los 2ºC en 2100, un aumento que haría la situación más sostenible y que podría recuperarse con más tiempo», dice Jaume Margarit, director general de la Asociación de Empresas de Energías Renovables (APPA).
Aumento de temperatura
«Según la Agencia Internacional de la Energía, con todos los compromisos que los países han asumido -planes de reducción de emisiones, mejoras de la eficiencia energética- sobre el papel, se estima que el aumento de temperatura será de unos 4ºC a finales de este siglo, con lo cual, incluso con lo prometido por la clase política mundial no sería suficiente», explica Margarit.
Pero, incluso ahí, una cosa es lo que un gobierno promete y otra lo que acaba haciendo. «Si nos situamos en un escenario tendencial, con la evolución que estamos teniendo en cuanto a emisiones, lo que se estima es que la temperatura puede llegar a aumentar en 6ºC» en 2100, en comparación con niveles preindustriales.
Es cierto que la crisis económica ha ralentizado momentáneamente las emisiones y, al mismo tiempo, aumentado la cuota de electricidad procedente de renovables, pero para este físico, cuando la actividad industrial se recupere, España podría tener complicado alcanzar los compromisos suscritos con la Unión Europea para 2020, uno de los cuales es que un 20% de la energía consumida sea de origen renovable.
«Para los objetivos de 2020, España hizo un plan de energías renovables», dice Margarit, que participó en la elaboración del plan como director de energías renovables en el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), «el documento oficial que se mandó a la UE preveía un porcentaje para 2020 del 20,8%, lo que ocurre es que las decisiones que está tomando el gobierno parecen implicar que en los próximos años no se harán nuevas instalaciones», explica el director de APPA.
«Y uno puede pensar, mira, tenemos bastantes. Lo que ocurre es que como la reforma es retroactiva y afecta a las inversiones que se hicieron hace siete años, probablemente la producción de esas instalaciones que ya teníamos contadas va a menguar, ya que algunas de ellas desaparecerán al no tener viabilidad económica. Probablemente no se va a cumplir ese 20% en 2020».
El milagro alemán
Alemania es el faro al que los productores españoles de energía renovable, el año pasado puso 14 veces más dinero que España, 10.300 millones frente a 740. Un momento clave fue la catástrofe de Fukushima, en 2011. En ese momento, Merkel decidió virar de la nuclear a las renovables cerrando la última central en 2022.
Una apuesta arriesgada, la factura de la luz subió otro 18% en enero de este año, si bien los gastos en electricidad en Alemania solo representan entre el 2,5 y el 3,5% del poder adquisitivo de una familia media.
«Esas transformaciones nunca son fáciles ni continuas, hay que ser realistas», apunta Margarit, «y que un país como Alemania haga ese análisis estratégico completo, holístico, mirando cuánto afectará a la calidad del aire, a los empleos generados, a las cifras de exportación de tecnología propia… y haya decidido tirar adelante es muy importante».
Renovables: una década de progreso insuficiente
Actualmente, 20 millones de alemanes viven en regiones consideradas 100% renovables, pero también en España hay buenas noticias al respecto. La más reciente, que El Hierro se encamina a ser la primera isla capaz de autoabastecerse plenamente de energías renovables, tras la inauguración hace unos días de la central hidroeólica de Gorona del Viento.
«Ese proyecto, que conozco bien porque fue gestionado desde el IDAE, ha necesitado de muchos años, no es flor de un día», dice Margarit, «ha habido mucho empeño, tanto desde el propio Cabildo como desde el Gobierno, por una sencilla razón, porque El Hierro no tiene agua dulce, tiene que importar gasóleo para tener electricidad y además porque la isla quiere aprovechar sus recursos, porque como la mayoría de las Islas Canarias, tiene viento. Y se quiere lanzar la idea de que es una isla verde, esto tiene mucha fuerza».
Para el director general de APPA, «es un proyecto emblemático y será un modelo para muchas islas comparables. Juntar dos tecnologías como la eólica y la hidráulica para abastecer a todos los habitantes es una gran demostración de lo que pueden hacer las renovables».
Biomasa, oportunidad perdida
Para Margarit, la gran oportunidad perdida en estos años de recesión ha sido el desarrollo de la biomasa, un tipo de energía muy interesante por sus parecidas características con los combustibles fósiles en cuanto al uso y por tanto beneficiosos en cuanto a reducir la dependencia de terceros países.
«La apuesta energética de un país es algo muy complejo y estratégico, donde intervienen muchas cosas distintas, como la seguridad de suministro o la balanza comercial», dice el físico, «España tiene un déficit de balanza comercial en energía de unos 42.000 millones de euros cada año».
Para los productores españoles, haber sido los líderes mundiales durante un par de años tiene aún consecuencias positivas, y más cuando son otros los que están creciendo en renovables. «Todavía somos un referente, todavía nos llaman de otros países para explicar lo que hacemos, nuestras empresas todavía ganan concursos en el extranjero», dice Margarit, «pero esto se nos va a acabar pronto».
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